Chile es uno de los países con peor desigualdad del ingreso de América Latina e incluso del mundo. Al mismo tiempo, durante la última década, el «modelo chileno» ha sido considerado como un ejemplo paradigmático que debiera ser imitado por los países en desarrollo y en particular, por los países latinoamericanos. ¿Cómo se concilian estos dos fenómenos? Existe consenso respecto al rol positivo de la educación para reducir la desigualdad del ingreso. Las sugerencias están orientadas a mejorar el acceso y la calidad de la educación. Sin embargo, los resultados de esta política sólo serán percibidos en el largo plazo. Chile ya tiene un mejor nivel educacional promedio que Argentina, Costa Rica y México, ¿cómo se explica que tenga una peor situación distributiva? Por otra parte, para un latinoamericano promedio, a través de toda su trayectoria de vida, finalizar sus estudios secundarios (12 años de escolaridad) ni siquiera le permite triplicar los ingresos que tiene un analfabeto. La diferencia cuantitativa en el perfil de ingresos sólo se materializa cuando este latinoamericano promedio adquiere una carrera universitaria; i.e., una profesión universitaria constituye realmente el mecanismo para acceder a un standard de vida bastante diferente del de un analfabeto. Pero, no es viable la posibilidad de que todos los jóvenes chilenos (y latinoamericanos) ingresen a la universidad. Entonces, ¿cuál es la solución? Un segundo foco de políticas específico para el caso chileno está asociado a la situación de las mujeres. La tasa de participación femenina en la fuerza laboral chilena es notoriamente inferior a la de otros países latinoamericanos. Este diferencial de menor participación femenina chilena se observa a través de todos los grupos de ingreso. Además, es posible apreciar en Chile el gran diferencial existente en la tasa de participación femenina para distintos estratos de ingresos; 50% en el decil más rico y sólo 20% en el 30% más pobre. ¿Por qué es relativamente tan baja la tasa de participación femenina en Chile? El tercer foco de políticas debiera estar orientado a enfrentar el problema del mayor tamaño relativo y mayor tasa de dependencia de las familias de más bajo ingreso. En síntesis, los trabajadores de los quintiles inferiores tienen que mantener al triple de personas que los trabajadores de los quintiles superiores. En términos más generales, debiera haber una política orientada a racionalizar el tamaño de la familia especialmente en los grupos de menor ingreso. El costo económico de cada hijo adicional es muy distinto de cero; el incremento en el número de hijos de una familia afecta la calidad de vida de todos los hijos en el presente y tiene una incidencia importante en el perfil de ingresos futuros.